Y tú ¿de qué te quejas?

Trabajar con la palabra y su conexión con las emociones, con los sentimientos, con el desarrollo de cada uno de nosotros me ha permitido comprobar cuanto de nuestra realidad depende de ellas.

Si tomáramos realmente conciencia, elegiríamos nuestro vocabulario con tanto cuidado que nuestro día a día seria completamente diferente.

Hoy quiero detenerme en la queja. Ser conscientes de lo negativo que puede llegar a ser vivir instalados en la queja es importante para mejorar nuestra calidad de vida.

“Queja viene del latín, de quassiare, de quassare, que significa golpear violentamente, quebrantar, y expresa un dolor, una pena, el resentimiento, la desazón… Un amplio espectro de sensaciones con un nexo en común: su carácter negativo. Y este lleva al odio y el odio al lado oscuro”.

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Aprendemos a quejarnos desde pequeños, cuando no se cumplían nuestros caprichos, nuestras expectativas o nuestros deseos de la manera en que nosotros pretendíamos que se cumplieran.

Al crecer aprendimos a accionar por ende a quejarnos menos, pero hay personas que se instalan en la queja y hacen de ella un modo de vida.

La queja como forma de vida

Las personas que eligen la queja como forma de vida solo enfocan en lo negativo de su entorno. Les molesta todo lo que sucede a su alrededor y son incapaces de aportar soluciones para mejorarlo. Sólo destacan lo que no les complace y se transforman en grandes vampiros de energía. Estar en contacto permanente con una persona quejosa es agobiante.

Las personas que hacen un culto de la queja se recrean en la posición de víctimas, lo cual no es positivo para ninguna de las partes.

No es agradable vivir con personas que se quejan de todo: si hace calor o hace frío, si sus parejas hicieron esto o aquello, le molestan cosas de sus amigos, de sus padres, de sus hermanos, del trabajo, se quejan cuando salen de compras, de la comida, de las mascotas y la lista sigue interminable, como una espiral creciente imposible de frenar.

Detenernos para corregir este modo de vida es fundamental porque la queja resta vitalidad al cuerpo y limita el disfrute propio y el de los demás.

La queja es inacción, disminuye la capacidad resolutiva ya que la persona quejosa se apoya en los demás para que resuelvan sus problemas. “Se acomoda” a lo que el otro puede hacer por ella, pero aún así, critica todas las acciones que esa persona decida tomar. La persona instalada en la queja no busca soluciones, es dependiente de su entorno.

La queja lleva a la desmotivación, a tener una visión negativa del entorno y a la soledad porque con el tiempo, las personas tienden a alejarse de aquellas que se quejan todo el tiempo.  

Quejarse no cambia a nadie, no cambia las cosas y mucho menos las situaciones, tan solo informa que la realidad no nos agrada. Es útil para desahogarnos y hacernos sentir bien momentáneamente, pero se vuelve ineficaz cuando queda sostenida en el tiempo ya que no aporta soluciones.

Hay que tener en cuenta que cuando nos quejamos, acusamos a los demás o a las circunstancias de nuestra infelicidad, quedamos exentos de toda responsabilidad, como si nuestro bienestar dependiera del exterior. De hecho, cuando alguien ha establecido como hábito la queja continua, es porque detrás de ella se esconde algún beneficio, por lo que conviene observar qué hay detrás de esa queja y determinar cual es la necesidad escondida.

Accionar

Si queremos dejar de quejarnos debemos comenzar desde nuestro interior. Buscar soluciones cuando algo no nos agrade, pararnos frente a una situación y observarla para comprenderla, luego tomar la responsabilidad de lo que nos corresponde hacer y accionar.

Es nuestra decisión orientar nuestra energía a vivir o a seguir muriendo de a poco.

Preguntarnos sinceramente para qué nos sirve la queja que estamos emitiendo nos permitirá descubrir aquello que necesitamos.

Deshacernos de la queja

Como es mi costumbre voy a cerrar este artículo proponiéndoles un ejercicio:

Anoten de qué cosas se quejan cada día, desde que suena la alarma del despertador hasta que se acuestan. ¿Son de los que inician el día quejándose porque ya es hora de levantarse?

Luego cuenten la cantidad de veces que se quejan y escríbanlo. Pueden llegar a sorprenderse.

Por ultimo los reto a que vivan un día sin quejarse de nada. Cada vez que sean conscientes de una queja, se muerden la lengua. Espero que no sangren.

Sería hermoso que experimentaran el placer de vivir un día y luego una semana sin quejarse. Esto les hará ver el lado positivo de las cosas, aumentará la sensación de felicidad con ustedes mismos al ser más comprensivos y tolerantes con el entorno y les permitirá desarrollar mejores formas de comunicación con las personas que viven a su alrededor.

No se pierdan la experiencia.

¡Hasta el viernes!

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