El Disfraz

Frente al espejo m

di cuenta que la máscara sehabía adueñado de mi rostro. Los hilos no colgaban dtrás de mis oreja

Frente al espejo me di cuenta que la máscara se había adueñado de mi rostro. Los hilos no colgaban detrás de mis orejas. No podía reconocer el límite entre mi piel y el plástico. Ya no era dueña de mi verdad y lo peor era que no recordaba el momento preciso en que eso había ocurrido.

Comencé a forcejear con una sombra densa que se interpuso entre mi cara y mis manos y no me la permitía quitar. ¿De dónde vino esta sombra? Por qué insiste, en forma caprichosa, evitar que vea más allá. ¿De qué?

Fui a la cocina por un cuchillo y comencé a cortar. Detrás de las orejas primero, así evito tener que escuchar. Luego marqué el contorno de la frente y comencé a tirar. Era un poco doloroso sentir el desgarro de la piel pegada en aquella careta, pero era necesario quitarme el vestuario ridículo con el que me cubrí de invisibilidad. La sangre caía a chorros, pero no podía dejar de tironear. Era una promesa que debía cumplir conmigo: nunca dejarme puesto el disfraz.

Y lo olvidé. Luego de aquel momento en que la inseguridad se apareo con mis miedos, salí corriendo. Recuerdo que me perseguían las sombras con esas estúpidas ropas en sus manos. Escapé hasta el cansancio y me atraparon. Pasaron años de aquel encuentro sin darme cuenta que estaba en cautiverio. Retomé la vida con una liviandad que desconocía. Todo era más fácil. Miradas de aprobación, sonrisas de benevolencia. Hasta que un mendigo en la puerta de mi casa me devolvió la mirada que hacía tiempo no miraba.

La hipocresía se habia pegado a mi cuerpo. Estaba incrustada. Normalizada.

Luché conmigo varias horas, entre el dolor y una cantidad ilimitada de terror que no dejaba de complacerme devolviendo imágenes aterradoras ante aquel espejo.

Justo ahí, con esa fotografía grandiosa y espeluznante, obtuve la mejor versión de mí. Y me di cuenta que tenía la historia.

Tomé la libreta de mis bosquejos y una lapicera y comencé a escribir. Tenía una historia que ni la misma historia querría contar.

Logré quitarme el disfraz completo. Desde la cabeza hasta los pies. Confieso que por momentos fue difícil: mi cuerpo comenzaba a convulsionar. El dolor que produce el aire cuando ya no queda piel es indescriptible.  Sentir la carne liberada de su vestido más infame lograba las fallas vitales de todo mi ser. Pero no podía rendirme, no antes de saber que, de algún modo, recuperaba lo que había sido antes de nacer.

Por fin escribía la historia que catapultaba mi imagen. En tu memoria, quizás. Siempre te advertí que era un monstruo, pero insistías en que no era verdad. Tantas verdades inherentes a nuestra realidad hicieron crecer el muro que nos apartaba sin piedad.

Al fin me quedé sin fuerzas, lo único que lamento es no poder ver la expresión de tu rostro cuando abras esa puerta y te golpees con mi realidad.

Este relato forma parte de la selección de cuentos de terror publicada en la antología Dentro de mí , que pueden obtener en Amazon.

s. Ya no era dueña de mi verdad. Comencé a forcejear con una sombra densa que se interpuso y no me la dejaba quitar, caprichosa por que no viera más allá. ¿De qué?


Escrito por Vecca Preetz © Derechos reservados

2 respuestas a “El Disfraz

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