Atravesar la tristeza

Hay días en que la tristeza nos atraviesa como un puñal y no sabemos muy bien qué hacer con ella. Lo primero que tendemos a hacer es negarla. Cuando alguien nos percibe tristes, negamos su existencia la disfrazamos de preocupaciones sinsentido para no tener que dar demasiadas explicaciones.

La tristeza es una emoción incómoda que nos desequilibra internamente, cava y socava tanto dentro nuestro que nos quita el aire, nos asfixia hasta sentir que no podemos más. Es una sensación anímica de sufrimiento que se profundiza cuando las lágrimas no pueden contenerse y deciden liberar la carga.

La tristeza nos enfrenta a nosotros mismos cuando perdemos a alguien, cuando nos separamos de alguien o cuando sentimos que no logramos cumplir con nuestras expectativas.

Aceptar el dolor y vivir la tristeza en todo su esplendor es el único modo de poder atravesarla para poder vivir otra emoción. Negarla o disfrazarla no hará que desaparezca, solo profundizamos sus síntomas que se agudizan cada día más.

Cuando estamos tristes nos encogemos, curvamos la espada y nos hacemos pequeñitos, solemos recostarnos en posición fetal, sentimos un nudo en la garganta, como si una piedra se hubiera atravesado y no la podemos quitar, sentimos el mismo nudo en el estómago, una presión en el pecho que pareciera que nos aplasta y los ojos se empiezan a llenar de lágrimas difíciles de contener.

La tristeza es el dolor psíquico que se desencadena indefectible hacia nuestro cuerpo, y depende de cada uno, tendrá diferentes intensidades. A veces buscamos apoyarnos en alguien, a veces la callamos dentro nuestro y cuando es insostenible explotamos en llanto.

No es bueno reprimirla porque nos lleva a la pena y a la desolación. Tampoco debemos confundirla con la depresión ya que una es una emoción y la otra una patología.

Atravesar la tristeza como cada uno la percibe es lo mejor que podemos hacer para poder superarla.

Llorar con tristeza profunda primero nos lleva a lo más profundo del dolor, nos pone en presente la pregunta ¿por qué?, a la cual le damos miles de respuestas, ninguna demasiado clara, mientras seguimos liberando el dolor del alma a través de las gotas cristalinas que no dejan de salir de nuestros ojos. Y es lo mejor que podemos hacer para superar la tristeza: dejar que nos atraviese por completo.

Sin embargo, suelen aparecer en esos momentos, personas que desean ayudarnos a estar mejor y lo primero que nos dicen es: “Bueno, ya está, no llores más, te hace mal llorar tanto”, en su idea de consuelo. Y nosotros, ante su presencia, contenemos las lágrimas, no porque nos haya traído el alivio sino porque nos damos cuenta que nuestra tristeza le incomoda aun más. Entonces terminamos aliviándolos a ellos, pero sumamos nuestra carga.

Razonando estas situaciones y comparando la tristeza con su opuesto, se me ocurre pensar que nadie le corta la alegría a otra persona cuando la vemos sonreír de felicidad. Jamás se nos ocurriría decirle a alguien: “bueno ya no rías más”, o “no estés tan feliz que te hace mal”.

Esto sucede porque la alegria no nos enferma, la tristeza sí puede llegar a hacerlo.

La tristeza es una emoción que nos incomoda, nos hace conocer el limite finito que tenemos nosotros mismos en el alivio frente al dolor que está viviendo un amigo, una pareja, un familiar. Nos perturba no poder devolver la alegría a alguien que está sumido en la tristeza.

Es más fácil reír tus risas que llorar tus penas, dijo alguien por ahí.

Debemos entender que la tristeza es una emoción necesaria que nos funde en el dolor para llenarnos de aprendizaje. Nos lleva a la oscuridad para mostrarnos la luz. Nos oprime para valorar la liberación cuando podemos al fin pasarla y crecer más fuertes en nuestras emociones.

Sin la tristeza no conoceríamos lo maravilloso de la alegría. ¿No lo crees?

.

Buen fin de semana.

¡Hasta el martes!

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑