No todo pasa con el tiempo

Hay cosas que no pasan con el tiempo, como aseguran las personas que dicen Tiempo al tiempo.

Es una afirmación que no siempre es correcta. Delegar esa responsabilidad al tiempo es no querer asumir que la vida se compone también de aquellas situaciones que nos marcan a fuego. 

Algunas cosas no pasan. Se sienten con menos intensidad. Están clavadas en un rincón, tan adentro que sólo nosotros somos capaces de seguirlas sintiendo.

Están casi imperceptibles. No verlas, o no traerlas al presente no significa que no estén.

Tal vez se apacigüe el dolor. Tal vez encuentre la paz esa sensación huracanada que nos deja sin respiración. Como una ciudad que ha vivido la intensidad de un tsunami o de un terremoto. Cuando restablece el orden y todo vuelve a la normalidad, se recupera la paz.

¿Se recupera la paz? Por momentos, el desespero. Por momentos, la calma. Por momentos la locura nos toma prisioneros.

En el interior siempre queda la herida de la pérdida, el recuerdo del caos, aunque la superficie brille esplendorosa.

Algunas cosas no sanan. No pueden sanar porque han cortado tan profundo que jamás cicatrizarán. Heridas que creyeron y volvieron a sangrar. Y volvieron a llorar.

No es fácil girar la hoja y contar un nuevo cuento aunque pongamos nuestro mayor empeño para evitar que los demás nos vean desangrar.

Creo que esto sucede porque no sangramos por el otro, sangramos por nosotros mismos, por la herida que está ahí, abriéndose cada día, conviviendo imperceptible, detrás de nuestro silencio, detrás de nuestra máscara, acechando sigilosa por un instante de debilidad.

2 respuestas a “No todo pasa con el tiempo

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