El juego de las Escondidas

Hay juegos de la infancia que nos acompañan toda la vida.

Las escondidas, por ejemplo.

Cuando era chiquita, recuerdo que me escondía detrás de las puertas de mi casa durante

un rato largo, a la espera que alguien notara mi ausencia y comenzara a buscarme.

Al principio entristecía porque parecía que nadie se daba cuenta, pero luego escuchaba los pasos lentos de mi abuelo que siempre acudía a mi llamado de atención silencioso.

Amaba contener la risa y la respiración hasta que veía su sombra aparecer por la rendija de la puerta.

El premio era un abrazo y el encuentro cómplice de nuestras sonrisas.

Al crecer me di cuenta que las escondidas no era solo un juego de niños, a pesar de encontrar miles de niños escondidos en todas partes del mundo.

Niños que son niños hoy y niños que dejaron de serlo hace tiempo, pero quedaron escondidos detrás las puertas esperando a ser encontrados.

Esos niños de zapatos grandes ya no contienen la respiración ni las risas para ser encontrados.

Esos niños están ahogados en sollozos porque necesitan que alguien les devuelva la certeza de que están siendo buscados. Necesitan sentir el cariño y saber que una persona, en algún lugar, sintió su ausencia.

Esos niños de zapatos grandes que se esconden necesitan el apretón de un abrazo, una risa cómplice, piden a gritos silenciosos ser rescatados.

Hay tantas soledades escondidas detrás de tantas puertas que, si agudizamos los sentidos y el corazón, vamos a encontrarlos.

Hay niños de zapatos grandes que están esperando hace rato que alguien los haga sonreír, que alguien los haga sentir que están siendo buscados, que aun tienen esperanzas. Que sus vidas valen, que aun tienen esperanzas, que no han sido olvidados.

Si encuentran un niño de zapatos grandes sollozando detrás de una puerta, sorpréndanlo con un abrazo, regálenle tiempo, una tarde de caminata, una sonrisa, regálenle tan solo escucharlo. Les aseguro que tiene tantas historias para compartir, tantas cosas que contar y no se atrevió quizás a contarlas porque sentía que no habia nadie que quisiera escuchar.

Regálenle sonrisas, sobre todo porque es la cuerda más fuerte para rescatar a alguien que se está ahogando y nadie quiere morir ahogado detrás de una puerta, nadie quiere morir olvidado debajo de una cama, de una mesa o  dentro de un ropero.

Activemos nuestros corazones y salgamos a buscar niños de zapatos grandes que necesitas ser abrazados.

Rescatemos a las personas que se sienten solas, a los ancianos, a los niños que dejamos arrumbados que no escuchamos porque estamos tan apurados que no nos damos cuenta de quienes necesitan ser salvados. Estamos tan ocupados en nosotros mismos que mirar hacia el costado nos implica más retrasos. Estamos tan ocupados que no tenemos tiempo siquiera de mirarnos.

La vida es una. no neguemos encuentros ni abrazos que puedan salvar… salvarnos.

3 respuestas a “El juego de las Escondidas

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