Siempre es jueves

Un canto a la rutina

Mis ojos giran acompañando el movimiento circular del remolino en mi taza de café. El aroma a tostadas perfuma toda la casa sembrando el apuro a Osvaldo que aun remolonea en la cama. Busco un horizonte que me lleve más allá de esa tapia cubierta de enredaderas. Revuelvo los sueños que quedaron truncos detrás de las membranas en mi cabeza y bebo la nostalgia adormecida de la vida.

No recuerdo cómo llegamos hasta aquí. Tu paso lento irrumpe en mi pensamiento. Te servís la leche y luego un poco de café. Te quejas porque se pasaron las tostadas. Te gusta el pan crocante pero blanco. Tu desayuno es blanco. Siempre lo fue. En cambio, el mío es negro, como la oscuridad de mis sombras.

No hay besos de buenos días o un gesto que indique que lo es. Te sientas frente a mí, pero estoy segura que no me ves. Creo que nunca me viste y mi amor inventó la ilusión para conformar la historia. El diario, los noticieros y el fútbol son los únicos que logran captar tu atención. Recién ahora lo veo. Como una cinta forzada, mi película se puso en pausa y logré tomar distancia.

Es jueves. Siempre es jueves.

Un bucle insano decidió atraparme desde aquel día en que nuestros caminos se cruzaron. La sonrisa fresca auguraba una creciente primavera. Las charlas entre libros y películas amanecidas eran la garantía de una hermosa vida. Trampolines de magia impulsaban las taquicardias que más tarde se transformaron en Federico y Sofía.

Mis ojos lagrimean por lo rápido que pasó la vida. Ya no hay gestos que recuerden por qué nos elegimos. No hay miradas pícaras o roces intencionales como aquellos que lograban enredarnos en todos los rincones de la casa. Y del patio. ¿Te acordás esa vez en el patio? Los vecinos nos escucharon y te enojaste conmigo. Me reí entonces por tu enojo sin darme cuenta que era el preámbulo de lo que escribiríamos para nosotros. Era el comienzo de lo que somos. Aburridos. Distantes. Indefinidos.

¿Dónde me perdí? ¿En cuál esquina del camino dejé de ser yo?

Es jueves. Siempre es jueves.

Tengo mil palabras detrás de la garganta que vinieron a morir en el hueco de mi boca. Es duro mirarme en el espejo y darme cuenta que hasta mis labios se borraron. Busco en la biblioteca donde además de mis libros aprendí a guardar mis miedos en orden alfabético, para encontrarlos más fácil cuando muero por uno de ellos. Y hoy muero por el miedo de perdernos y estas inmutable, impasible quizás esperando ansioso que esta vida juntos termine. Busco el miedo que define cuando veo morir a este ser que construimos a lo largo de los años y que mal alimentamos por la comodidad de pensar que todo estaba claro. Ni siquiera te das cuenta de la herida que se abre en las paredes de nuestra casa y sangran pidiendo a gritos un arco iris para ayudarla a sanar. Me espantan los espectros de aquellos sueños que no cobraron vida, fetos abortados y olvidados en el abismo de lo que vendría.

Jueves. Siempre lo es.

Anochece y las luces tenues hacen retroceder mis sombras y reviven los fantasmas alocados con los que solíamos acostarnos. No puedo llevarte a mi pasado y elegir otro día para encontrarnos. Ni puedo cargarte a mi futuro porque es jueves. Siempre es jueves en el ocaso de mis ojos y no sabes con cuantas ganas necesito que sea viernes, que avance la vida, que me tomes la mano y salgamos corriendo descalzos, tropezarnos y reírnos de nuestros pasos apurados. Como en aquella juventud, a carcajadas, ante la mirada osca de los que se esconden tras mentiras impiadosas. Necesito que tus ojos puedan mirarme y verme, realmente verme.

Desnuda de palabras, bosquejada de olvidos. Necesito que tus ojos me acaricien, aunque mi piel dibuje las grietas del inexorable paso del tiempo. Necesito oír el eco de tu voz cuando mi voz se eleva a los confines del desierto, necesito un gesto que confirme que aún hay vida detrás de mis lágrimas.

Jueves.

Ya no habrá más jueves. Llegó el final, aunque no era un cuento. Guardar mis miedos en orden alfabético me ayudó a cruzar el pantano que me aleja de tu infierno. Camino por delante del televisor haciendo una vez más piruetas en un último y fallido intento. Pero seguís durmiendo en esa realidad cómoda que te acuna indiferente frente al aparato hablador.

Desde afuera volteo a verte. Tu rostro a través de los cristales sonríe. Surge un enorme deseo de volver y abrazarte, pero la vida es una y quiero llegar al viernes. Justo en ese momento giras tus ojos y me ves del otro lado de la calle, haciendo muecas de adiós con una mano. Corres la cortina para quitarme de tu horizonte como siempre hacías cuando estaba en el jardín arreglando las flores.

Ya no es jueves. La sonrisa en mis labios se desdibujó y se convirtió en un puñal directo al corazón. Giré y con el cuerpo a medias junté las piezas del rompecabezas que quedó tirado en la vereda.

«Jueves» es un relato que pertenece a la antología «Dentro de mí», © Todos los derechos reservados

Primera edición, diciembre 2021, Salta, Argentina.

3 respuestas a “Siempre es jueves

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