Nada me sorprende

¿Es realmente así?

Es triste para mi escuchar a tanta gente repetir la frase: “Ya nada me sorprende”. Me detengo en esa afirmación y en los temas que se tratan en esas conversaciones y me doy cuenta que siempre la referencia es hacia temas negativos: malas noticias, corrupción, violencia, injusticia, etc. Hemos naturalizado lo malo llevándolo al top ten del manejo de nuestras emociones sin darnos cuenta en la negatividad que eso produce en nuestro cuerpo y en nuestra salud.

La educación emocional conlleva a educar los sentidos, algo que parece obvio y sin embargo no lo es. En mi libro “Somos palabras”, que pronto estará disponible para ustedes, me detengo justamente en esto porque nutrimos mal nuestros pensamientos, nuestras emociones y por ende, nuestras relaciones. ¿De qué situaciones alimentamos nuestro interior? ¿De indignación por las injusticias? ¿De impotencia? ¿De rabia por sentirnos manipulados y no poder hacer nada?

Fotografía de Laura Zalenga

Si no podemos hacer nada, si la solución es ajena a nosotros ¿por qué darle el poder de enfermarnos?

Los invito a pararse en el lado positivo de la vida. Los invito porque deseo que aprendan cómo encontrar esas emociones para seguir sorprendiéndose, para seguir admirando la vida, para que se detengan y se regalen esas caricias que tanta falta hacen en estos tiempos. Los invito primero a mirar afuera de ustedes y buscar detrás de la ventana tanta naturaleza como les sea posible. Busquen imágenes y situaciones que los sorprendan. Hay muchas, infinitas les diría, solo que no ejercitamos sorprendernos con lo bueno, siempre es relevante lo malo como dije más arriba.

Entonces, cuando llueva, busquen un árbol e intenten encontrar a los pájaros que se protegen de la lluvia debajo de las ramas más tupidas. Si sale el sol y sigue lloviendo, busquen por todo el cielo que seguro se ha formado un arco iris para recordarnos la paleta de colores. El verde estaba al medio ¿o era el naranja? Si no tienen la posibilidad de salir o de conectar con la naturaleza, miren la lluvia por la ventana y persigan las gotitas que siempre forman un camino sobre los vidrios, dibujando formas que duran segundos para dar el paso a otras y otras. Sorpréndanse si cae un rayo, es la imagen perfecta con que podemos apreciar la energía. Un rayo nos recuerdo la grandeza de la naturaleza al igual que el viento, el mar o la nieve en la ladera. Miren el vuelo de una bandada, deténganse en los animales, en los insectos. Aprender a observarlos nos llena de sabiduría. Los que tienen mascotas frenen a observarlas. Dejen el celular y dedíquenles tiempo. Ellos no saben de tecnología y regalan amor puro, miradas transparentes, siempre dispuestos a regalarnos caricias y momentos inolvidables.

Los invito también a observar el maravilloso funcionamiento de su cuerpo. Cómo crece el cabello, las uñas, cómo se regenera la piel tras una herida. Qué pasa con nuestro corazón, deténganse a admirar sus latidos, ¡están vivos! ¿Acaso no es admirable poder sentir como ingresa el aire a nuestros pulmones? ¿Cómo nuestro estomago recicla lo que sirve para mantenernos sanos y lo que no es alimento lo deshecha? ¿Cómo es posible? ¿Por qué se mueven las piernas automáticamente cuando mi mente desea levantarse y caminar? Más allá de las explicaciones fisiológicas y médicas, todo el funcionamiento de nuestro cuerpo es perfecto y es para el asombro.

Deténganse a mirarse: son únicos, son únicas.

Muchos de ustedes estarán pensando que son obviedades lo que digo y que no tienen sentido, sin embargo, cuando aparece una enfermedad, un infarto, un ACV, una gastritis o cuando nos asfixiamos por el asma, rogamos volver a sentirnos bien, cuando hay una disfunción valoramos los momentos en que todo funcionaba debidamente.

Debemos aprender a apreciar y vivenciar cada sensación que nos regalan los cinco sentidos, admirar cada imagen, llenarnos del aroma de la tierra mojada o de un buen plato de comida, saborear conscientes cada bocado, sentir el elixir de la música al ingresar a nuestro torrente sanguíneo para hacernos sentir vivos, disfrutar del sonido excelso de una cascada, de las olas golpeando en la playa y deleitarnos con la emoción de un abrazo apretado, apreciar las caricias valorando que quizás mañana nada de todo esto exista por el simple hecho de que somos humanos, por ende somos mortales y no conocemos el momento de nuestra partida.

Entonces, la próxima vez que digan Ya nada me sorprende, recuerden focalizar en lo positivo no en lo negativo y encontrarán tantas, pero tantas cosas para sorprenderse que no les alcanzará el día para enumerarlas.

Como es sabido, siempre detrás de una reflexión emocional les dejo un ejercicio para que le recuerden al cuerpo y a la mente que pararse en el lado positivo de la vida atrae emociones que ayudan a aliviar todas las cargas.

Los invito a tomar un papel y una lapicera, un lápiz o lo que quieran y enumeren las cosas que les sorprenden de la naturaleza, pero examinen bien, porque hay muchas, en un solo árbol hay miles. Luego indaguen en ustedes, dentro y fuera de la piel, busquen el asombro que olvidaron en el rincón más oscuro de la mente, justo al lado del niño que fueron y quedó olvidado. Asómbrense de ese niño, de esa niña porque los estaban esperando.

«No se queden dormidos, la vida tiene muchas cosas para deleitarnos, solo hay que buscarlas y traerlas a nuestro lado, instalarlas en el día a día y convertirlas en rutina. Recién entonces verán de cuántas maravillas se estaban perdiendo».

2 respuestas a “Nada me sorprende

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