Esquizofrenia catatónica

Desperté rodeada de médicos que murmuraban dándome la espalda. “Ya no podemos hacer nada”, escuché que uno decía al otro colocando la mano derecha en el hombro de la única persona que no tenía uniforme blanco. Era mi esposo, que sollozaba mirándome mientras yo le sonreía. Se acercó con lágrimas en los ojos y me acarició dulcemente la mejilla. Se quedó unos instantes parado a mi lado, como queriéndome decir algo con la voz mientras su mente no encontraba las palabras.

Los médicos llenaban planillas. Luego vino una enfermera y tapó mi cabeza. No entendía nada. Me trasladaron por un largo pasillo a ¿la morgue?

Habia una ligera confusión, no podía creer que me creyeran muerta.

Mi cuerpo era víctima de una inmovilidad extrema pero podía escucharlos. Hacía un esfuerzo imposible por moverme para que se dieran cuenta que estaban equivocados. Cerraron la puerta detrás y quedé a oscuras en ese pequeño espacio, con una sábana cubriéndome de tanto frío.

El silencio era inexplicable y seguía sin poder moverme.

La desesperación se apoderó de mí cuando comenzó a faltarme el aire. Moví una mano, al fin pude hacerlo y comencé a dar golpes en los costados de la chapa helada. Sentía demasiado frío. La cabeza me explotaba. Comencé a llamar a gritos a mi esposo, a los médicos, pero nadie escuchaba nada.

Es indescriptible lo que uno es capaz de hacerle a su propio cuerpo cuando no hay salida.

El oxígeno se había consumido tras largas horas acompañadas de desesperación. Mis manos se convirtieron en verdugo y todo se volvió confuso. Bebí mi propia sangre por la sed que me produjo sentir tanta claustrofobia.

Cuando no me quedaban fuerzas, alguien abrió la puerta. Pude reconocer a mi esposo y al médico que se apresuraban por asistirme. Yo buscaba su mirada, sonriente una vez más, antes que la oscuridad se adueñara de mis pupilas para siempre.

3 respuestas a “Esquizofrenia catatónica

Add yours

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑