¿Sientes pasión por algo?

La pasión

“Hay que dedicarles más tiempo a las cosas que nos hacen realmente felices”

Anónimo

En mi entrada ¿Es posible alcanzar la felicidad? les cuento lo que para mí significa ser feliz. Hoy quiero hablarles de un aditivo que conlleva a esa felicidad: la pasión.

Desde mis catorce años siempre hubo una sola cosa que amaba hacer y era escribir. Soñaba con ser una gran escritora y no habia lugar más bello en el mundo que el interior de mi cuaderno. Recuerdo que todo lo que giraba a mi alrededor tomaba forma de palabras. Sentía una gran emoción cada vez que encontraba un rincón para sentarme a escribir tranquila. Me sentía completa. Sentía pasión.

Cuando cumplí dieciocho años me presenté en un concurso de poesía y gané el primer premio. No podía creerlo. Los organizadores de ese concurso hicieron una exposición en la biblioteca de mi pueblo y recuerdo que me sentía en medio de la gloria. Pero todo tenía fecha de caducidad por aquellos tiempos en mi vida y el ingreso de una visita inesperada y desagradable pronto ensombrecería toda mi alegría. Acababa de entrar mi padre.

Mi padre habia hecho abandono de hogar hacía tiempo y, a pesar de su imagen angelical, guardaba demasiadas sombras detrás de sus ojos claros. Cuando lo vi atravesar la puerta me puse muy nerviosa, mi corazón se aceleró tanto hasta hacer que me faltara el aire, me sudaban las manos y sentía temor de tenerlo enfrente. Me puse de pie y lo miré con una sonrisa forzada. Se acercó hasta pararse frente a mí y, sin saludarme, lo único que dijo fue: te recomiendo que trabajes en algo que valga la pena, porque te vas a morir de hambre escribiendo. No se tomó la molestia siquiera de mirar mis escritos, se dio media vuelta y se fue.

Recuerdo haberme sentido totalmente abatida. Recuerdo la enorme vergüenza que me invadió al instante. Sin esperar a que las personas que habían venido a leer mis escritos terminara de hacerlo, los junté y me fui.

Durante quince años mantuve mis escritos ocultos. Jamás dejé de escribir, pero nunca más permití que nadie los leyera. No recuerdo cómo ni dónde conocí a César Melis, un gran escritor porteño que leyó mis escritos y me convenció de dejar atrás todo aquello.

De a poco fui perdiendo el temor y dando espacio visible a lo único que me daba vida.

Es increíble como muchas veces nos dejamos vencer por una opinión negativa, no importa si fueron diez, veinte o cien opiniones positivas, basta una sola negativa para que el peso se sienta como el plomo.

Pasaron los años, estudié Psicología, Grafología, Neurología y pude entender el enorme poder que ejercen las palabras en la mente de las personas, poder que se intensifica de acuerdo a la salud que tengamos en nuestra autoestima. Si en aquel momento mi salud emocional hubiese estado en perfectas condiciones, las palabras de mi padre jamás me habrían impedido perseguir mi pasión. Pero él tenía influencias muy negativas en mí y al darle poder, permití que me quitara lo único que tenía en ese momento.

Gracias a esa experiencia, hoy me dedico apasionadamente al estudio de la influencia que ejercen las palabras en nuestras emociones, en nuestra mente, en nuestras decisiones.

La pasión no solo suma, multiplica el efecto de lo que hacemos. Las personas que hacen las cosas con pasión logran subir peldaños muy altos, porque están enamoradas de su hobby, de su trabajo, de su profesión, y no les pesa hacerlo, al contrario, disfrutan por ello.

Estamos en este mundo para ser felices, para transmitir esa felicidad a otros y compartir las cosas buenas de la vida, entonces ¿por qué no apasionarnos?