Cartografía de mis sentimientos

Un mapa. Eso es mi pensamiento. Líneas que van extendiéndose en busca de un origen. Quizás de un destino. Congruentes e intrínsecas que buscan ser parte de una forma inexacta para alcanzar la imperfección.

Al escribir mis emociones, mis pensamientos, mis sentimientos comienzo a ignorar las circunstancias de mi vida y comienzo a trazar los límites sin fronteras hacia donde quiero llegar.

Viajo por todos los rincones posibles y voy dibujando mi cartografía. Océanos de palabras y silencios que me hicieron conocer la calma y el tormento que seguramente perdurarán con el paso del tiempo.

Ciudades de letras en las que busco alojarme cuando me atrapa el cansancio de olvidar. Calles de ensueños por donde navego en intentos de construir una nueva realidad. Un lugar donde hospedarme sin sombras cuando viajo de noche y el invierno aflora.

No sé si alguien comprende la geografía de mis historias: desandar caminos para regresar a ningún lado, proyectar palabras para cimentar mundos complicados, donde las encrucijadas son esa pequeña pluma sobrevolando en la tormenta.

He bosquejado los campos donde me dieron batalla. Subir y bajar montañas en un reconocimiento topográfico que parecía no tener final.

He cavado las fosas que albergaron mis muertos para evitar que se los coman los cuervos. Mis cadáveres son amigos de los monstruos que vigilan mis miedos.

Un mapa. Eso es mi pensamiento. La vida sería imposible si la intensidad de mis emociones pudiera verse plasmada en mi rostro. Nadie podría conversar tranquilo mirándome a los ojos. El pavor es el vestido de lo que muchas veces siento.

El lenguaje nos vuelve un poco hipócritas, pero nos permite huir de vez en cuando de lo que realmente somos. Por eso dibujo la cartografía de mis sentimientos, para no olvidar lo que soy cuando me desnudo frente al espejo, abocada a la destrucción de la vanidad que me regala el tiempo.