Soledades

Tengo un silencio enorme, pausado,

Un silencio que me abruma,

me esconde, me titubea los sentidos.

Tengo un silencio tan grande

que se vuelve locura, hasta ahorcarme.

Solo escucho mi alma freír entre palabras que llegaron tarde.

Se anudan las vísceras con la imaginación

y recrean un silencio sofocante,

acostado en mi cama,

arrullándome.

3 respuestas a “Soledades

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  1. No se me ocurre un mejor modo de explicar lo que es la soledad.

    «Dios nos da un día y después otro, así que ella tomaría sus bombones un día y después otros, y cada vez sabría que los tomaba. Sonrió ante el guapo presentador y se echó hacia delante y agarró con cuidado el último bombón, el de cereza relleno de licor de cereza recubierto de chocolate con leche, y se lo colocó sobre la lengua y suspiró cuando lo empujó con la lengua contra los dientes, notando en el cuerpo el cosquilleo por lo que iba a pasar y el ligero nudo de su estómago, y luego no pudo resistirse más y empezó a morder con los dientes la suave capa exterior de chocolate y continuó ejerciendo presión mientras los sabores del chocolate y el licor de cereza se le desparramaban por la boca y luego la capa exterior se abrió como el mar rojo y la cereza encerrada flotó libre y Sara Goldfarb lo hizo rodar por su boca llena de sabores y líquidos que dejó que se le escurrieran hasta su ansiosa garganta y luego puso los ojos en blanco mientras mordía la cereza, pero no tardó en volver a enfocarlos para no perderse nada de lo que pasaba en la pantalla. Se chupó los dedos y luego se puso las manos delante, una cada vez, y examinó el esmalte rojo cereza y luego miró al televisor entre los dedos extendidos, y se acurrucó sobre sí misma mientras andaba desde el fondo del escenario a la parte de delante, con el vestido rojo cereza que le quedaba tan bien desde que había adelgazado, y los zapatos dorados que parecían tan elegantes en sus pies, y su pelo que era de un rojo tan atractivo que una no se lo podía creer… Oh, casi lo había olvidado. El pelo. Debería de ser pelirrojo. Hacía mucho desde que lo tenía así. Mañana pediré a Ada que me tiña el pelo. ¿A quién le importa si el rojo no salía tan bien? Y voy vestida de rojo. Salvo por los zapatos voy toda de rojo.
    Cuando me pregunten el nombre les diré que Caperucita Roja. Eso es lo que diré. Miraré a la cámara de la televisión directamente justo cuando la lucecita roja parpadee y les diré que soy Caperucita Roja.»

    Requiem por un sueño

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