Prostituta

He sobrevivido a todos los apodos de la sociedad.

He sido llamada puta, prostituta y bastarda. Ultrajada y golpeada.

Me han echado de lugares elegantes donde tienen libre acceso los que se alimentan de mi cuerpo. A ellos los aceptan sin problemas, con sus esposas adornadas y sus esposos influyentes. Políticos, empresarios, curas, abogados y la lista de clientes sigue.

Todos de nombre y de renombre. Los sin nombre conocido, también.

Me impiden entrar donde festejan la hipocresía a pesar de tenerme en sus agendas a cualquier precio. Con tinta invisible me otorgan el escondite perfecto.

Tampoco puedo entrar a la iglesia, aunque el cura niegue que vino a pedirme los placeres de la tierra.

Cuanta falsedad vestida de pudor reseco. Mala memoria de muchos es buena memoria en nosotras. Nos llaman prostitutas y aun me quedan dudas de cómo deben llamarse ellos. Somos la cara oscura, la que no se nombra, pero siempre se busca.

Quedé huérfana a los diez años y nadie quiso hacerse responsable. Alguien en la calle me ofreció el primer sueldo a cambio de chupar algo que mi corta edad no sabía, se compraba con dinero.

Crecí en la miseria, durmiendo en contenedores de basura, en plazas y comiendo cuando alguien entendía que debía hacerlo. Sobrevivir en la jungla con lo único que tenía.

No tuve la posibilidad de ir a la escuela. Recuerdo cuánto me gustaba la ropa de los estudiantes pero era impensable, un sueño.

Un tipo me encontró y me hizo parte de su negocio. Un par de veces quise salir. Hable con los empresarios y con el cura, pero los comprometo, dijeron, ninguno quiso velar por mí.

Nadie se hace cargo de una prostituta. A nadie le suma, pero restan muchas.

Cuando matan a una de nosotras no nos preguntan el nombre, sólo rotulan “prostituta” en los policiales del periódico. Somos invisibles ante la sociedad de consumo, aunque somos el consumo de la misma sociedad.

No tenemos nada, ni siquiera un nombre. No tenemos la palabra, solo cuando necesitan que llenemos sus oídos de escoria para alcanzar la cima de sus mugres.

He sobrevivido a todos los apodos que la suciedad necesita. Llevo quince años en un negocio que sus usuarios más asiduos, niegan.

Sobre mis hombros han llorado los jueces a quienes no les importó robar los sueños que me atreví soñar cuando intenté salir de esta mierda para no cargar sus cruces.  

4 respuestas a “Prostituta

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