Le temo al olvido

Tengo frío en esta tarde.

Se enfrió el alma, las ganas de llorar y de pensar.

No hay nada que me devuelva tu calor.

El perfume de tu cuerpo va quedando atrás y le temo al olvido.

Nada me genera tanta agonía, tanta soledad sostenida en el aire.

Aire que respiro entrecortado, hasta la asfixia.

Me siento en la mecedora a remendar recuerdos.

Alguna sonrisa cae al suelo y la levanto en fragmentos.

Antes de hilvanarla, acerco mi oído para guardar su silencio.

Suena como un estruendo. Como la música triste con la que me sostengo.

Solo quedan restos, como los vidrios rotos en el suelo.

Le temo al olvido, aunque una madre jamás olvida a un hijo.

Deambulo suspendida entre un dolor que no concibo

y las esperanzas imposibles.

Peleo con las imágenes que insisten detrás de mis ojos con tu último recuerdo.

Se contradicen mi voz y mi palabra.

El duelo es eterno.

A pesar de buscarte en las estrellas, no te encuentro.

A pesar de estudiar magia no aprendí a revertir el tiempo,

a exorcizar tu ausencia.

Se me confunden las sombras con otros niños.

Otros niños con tu sombra.

Te arrancaron de mis brazos y el disparo quedó conmigo.

Desde entonces vivo en un limbo,

buscando entre nieblas algo que no admito.

Suelo ir al parque a mecer columpios dormidos.

Tengo frío pero nada le devuelve el calor a mi alma.

El perfume de tu cuerpo va quedando atrás y le temo al vacío.

Tanta soledad sostenida en el aire,

tanto delirio.

2 respuestas a “Le temo al olvido

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