El arte de demorarnos

Me he dado cuenta que la gente envejece sin anexar arrugas.

Nos convertimos en una sociedad adolescente donde valoramos la estupidez hormonada, la acumulación de “likes” sin importar la capacidad reflexiva del contenido, haciendo engordar absurdos por encima de todo.

Los jóvenes y no tan jóvenes, crecen manteniendo intacta la llamada edad del pavo. Desayunamos estupideces, comemos boberías, nos vulgarizamos con ridículos videos y consumimos producciones televisivas cada vez más vacías antes de ir a descansar. Alimentamos nuestros pensamientos con todo aquello que no nos obligue pensar, reflexionar. Le quitamos trabajo a nuestra mente trasladando la búsqueda de información a un simple buscador, en vez de buscarla entre las memorias de nuestro aprendizaje.

Y así vamos envejeciendo biológicamente, pero seguimos anclados en una adolescencia sentimental e inmadurez intelectual aterradoras, incapaces de entender la relación entre los derechos y los deberes, enfrentados a la vida sin más armas que nuestra debilidad mental. Avanzamos en una carrera acelerada sin darnos cuenta que vamos cayendo en picada. Como una cascada imposible de frenar nos alejamos de todo aquello que requiere un mínimo esfuerzo.

Todo es expeditivo. Desde el almuerzo, algo tan importante como la atención y el equilibrio saludable de nuestro cuerpo, hasta el tiempo que le dedicamos al cultivo de nuestra mente.

Con esta actitud alejada del descanso, conseguimos que el presente se convierta en una sucesión urgentes de actualidades. Ergo, el presente ya no dura. Apenas llega es pasado y lo masticamos como un monstruo hambriento que devora las sombras de un futuro cuyo problema específico es la levedad.

El presente cada vez es más delgado, como la capa de ozono, y está inmerso en un tiempo desbocado que destruye la continuidad de la supervivencia. Mientras la vida que nos rodea, se acelera delirante, la construcción de nuestro entorno avanza agigantadamente lento.

Nos hemos acostumbrado a una contraposición estructural en nuestras vidas que explicaría nuestra fama de personajes más que de personas. Esa distancia abismal, me procura ansiedad en cuanto las lecturas o los escritos despiertan al monstruo.

Y esta sensación incómoda ha vuelto con toda su intensidad mientras reflexiono en la temporalidad de nuestra sociedad y la necesidad de ahondar en el arte de demorarnos.

3 respuestas a “El arte de demorarnos

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  1. Un tema que nos preocupa, del que hemos conversado mucho y continuaremos conversando a futuro seguramente, porque la cosa no parece tener fecha de expiración. Peor aún, es una bola de nieve que no para de crecer y la estupidez es cada vez el factor más dominante. Los artistas en general y los escritores en particular tenemos la obligación de mostrar la realidad de forma que las mentes adormecidas comiencen a despertar. La lucha no es pareja, las cuentas de vidrios de colores son cada vez más sutiles, tanto que ahora les llaman pixeles. Lo que no cambia es el sinsentido que genera en las mentes de quienes siguen canjeando vida por ilusiones huecas. Felicitaciones por tu tratamiento del asunto.

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