El cuervo albino

Hola mis queridos lectores. Este relato lo escribí hace tiempo para la revista Mundo de escritores. Llevaba el titulo de «Alas de salvación». Al releerlo me di cuenta que «El cuervo albino» era un mejor título, más allá de su obviedad, algo más reflexivo se esconde en mi nueva elección. Espero que lo disfruten.

Mil lágrimas endurecidas crearon un muro detrás de mis ojos.

Estoy sentada dibujando jeroglíficos en mi memoria para inventar un idioma donde tu sombra duela menos.

La sonrisa es un recuerdo absurdo, a veces siniestro. Escucho cascabeles oxidados que intentan alegrar el momento. Horas dormidas de espanto.

Amanezco y me visto de dolor esperando el renacimiento.

Un revoloteo intenso desvía mi atención. Se escucha atrapado. Aleteo de plumas grandes transmitiendo el desespero. Camino hacia la ventana, espejo siniestro donde vienen a morir algunos pájaros.

Me siento a verlo. Pelea con su ala rota mientras no sabe si arrojarse o mirar de nuevo. Está asustado.

«Creo que lo mejor es dejarlo morir. No puedo cuidar de mí, menos de un pájaro», pienso.

Cierro las cortinas y voy en busca de la cadena de recuerdos que gira incansable en mi memoria, con engranajes secos. Pero el golpeteo de las alas impide concentrarme en ello.

En cualquier rincón que intento encontrar la paz sólo escucho su molesto golpeteo.

Inspiro y expiro profundo. Hasta llenar mis pulmones de encierro. Agarro un taladro y derribo el muro en mis ojos. Abro la ventana y abrazo su débil cuerpo para llevarlo adentro.

Es un pájaro extraño. Parece un cuervo, ¿pero blanco?

Un polvo cicatrizante guardado es el único remedio que tengo para curarlo. Lo apoyo en mi cama y le acerco unas migas viejas que quedaron sobre el mantel a cuadros.

Sus ojos, desorbitados por el miedo, me miran intranquilos esperando la muerte entre mis manos.

Me siento a su lado. Cada tanto acaricio su cuerpo para tranquilizarlo.

Desde el rincón mi espanto se ríe de mi fin desencontrado.

Lo ignoro.

Una vida había llegado por mi ayuda en un momento extraño. Le tomo una foto y lo busco en internet. Efectivamente es un cuervo blanco. Albino, en realidad. No sabía que existían los cuervos albinos.

Mientras se adormece sobre la cama, comienzo a leer acerca de mi nuevo amigo. Él vino a salvarme, aunque parezca lo contrario.

Está demasiado solo en el mundo. El cuervo albino no es reconocido por los suyos, ni siquiera se aparean con él porque lo ven como un extraño. No forma parte del grupo. No pertenece.

Lo miro con pena. Mi soledad es por elección. Sin embargo, el cuervo albino vive y muere solo. Me recuesto a su lado y quedo dormida.

Las horas pasan mas rápido cuando tienes alguien a quien cuidar.

Al despertar ya no estaba. Comienzo a buscarlo por el departamento. No pudo haber ido lejos. Lo encuentro comiendo un pedazo de miga debajo de la mesa de la cocina. Camina hacia mi, con un cansancio acumulado de huidas sin sentido que lo dejaron exhausto. Camina sin quitar su mirada de mis ojos.

«Jamás imaginé que un ave me enseñara el significado del silencio»

Tras unos minutos empieza a revolotear por el departamento. Se para en la misma ventana donde había caído. Puedo jurar que sus ojos me invitaban a seguirlo.

Un sonido extraño salió de su enorme pico y sin cerrarlo, hizo movimientos temblorosos de cabeza como respondiendo “Sí” a alguna extraña propuesta.

Desplegó sus alas al sol que entraba justo por la ventana y giró hacia donde estaba mi espanto que ya no sonríe. Ahora observa nervioso.

Tocó mi brazo izquierdo con una de sus alas y abrazó mis hombros. En ese momento pude sentir que mi cuerpo se rajaba justo en medio de la espalda y mis brazos respondían a movimientos extraños de vaivenes descontrolados. Mil punzadas agudas atravesaron mi alma.

«¿Tengo alas, acaso me salen plumas?», pensé mirando mis brazos que ya no lucían como antes.

El cuervo saltó al vacío y recuperó su vuelo mientras me esperaba.

Tengo miedo. Mucho miedo. Miro todo el departamento y mi espanto sigue en el rincón, observando, sonriendo.

Giro la cabeza y miro al cuervo. No sabía que existía un ave tan magnifica. Y mucho menos, que alguien así transformara mis miedos.

Estoy de pie sobre el marco de la ventana, con mis brazos extendidos al viento, y me lanzo al vacío con la esperanza que, como alas, me lleven lejos.

El cuervo albino me enseñó a volar y yo le enseñé a no perder la vida frente al espejo de la realidad.

Fin

Escrito por Vecca Preetz

La imagen es de Pinterest.

4 respuestas a “El cuervo albino

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  1. Muy metaforico y cargado de significado. Me encantó. Tu pluma vuela como el cuervo del relato. Casi se sienten esos temores agazapados en el rincón. Decís que es un espanto pero yo veo muchos de ellos, tal vez juntos forman una unidad a la que debemos tener o simplemente ignorar. 👏👏👏

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